Crear, luchar, vivir
Pedro García Olivo.
“¿Qué hay detrás de sus rostros; qué enigma de la banalidad, de la insignificancia, de la docilidad?”. Isaac Babel, “Diario de 1920”
I) Doble rostro
Cuando Karl Jaspers escribe “La vida es la ocasión para un experimento. Pero el hombre moderno está obsesionado con liberarse de la libertad”, define su lugar en una tradición crítica que cabe rotular así: “El combate contra la Predestinación”.
Porque tan antigua como la Predestinación misma es el combate contra la Predestinación – he aquí dos fuerzas que atraviesan toda la historia cultural de Occidente.
Desde el principio, la “predestinación” mostró una doble naturaleza, si no un rostro partido, como en el sugerente cuadro de Matisse. De un lado, se da la predestinación allí donde la vida es mecánica, “dictada”, previsible, casi una “pseudo-vida” que nos sería otorgada con insalvables “instrucciones de uso”: una existencia “vegetal”, “mineral”, “maquínica”, por recordar la calificación de Emil Cioran. De otro, ese título señalaría un devenir vital estrictamente “obediente”, “sumiso”, “dócil”, “conformista”, adherido a todos los poderes, a todas las dominaciones, a todo Lo Establecido, “enigmático” a su manera.
Y la guerrilla contra la Predestinación también se desdobla, al acecho de ambas facetas, tan refractaria la una como la otra. En muchos alzados se da la mixtura (aversión a lo maquinal y enojo ante lo sumiso), a veces con el predominio ostensible de una variable, a veces guardando cierta proporción, bajo el diálogo y el apretón de manos de las dos índoles. En no pocos insurrectos, sin embargo, asoma la perspectiva unilateral…
II) Desde el principio
Pululaba la “vida predestinada” en Grecia, donde se gestó la mentira democrática; y concurrió, insolente, Diógenes el Perro, maestro de la escuela quínica, denigrando la cosificación y la esterilización del existir. Se le ve cruzar el ágora con un candil en la mano, en pleno día. ¿Qué busca? ¿Para qué un candil bajo el sol? “Busco un hombre”, responde, rodeado de simulacros de lo humano, de hombres aparentes… Buscaba a un hombre autónomo, hombre-hombre, y no al ejemplar de un rebaño; buscaba una vida “no predestinada”.
Diógenes, tal todos los cínicos antiguos, combate la Predestinación, y la combate plenamente: como vida mecánica y como obediencia instintiva. En él se da el equilibrio, la armonía, que más tarde se perderá…
Contra los homúnculos en que su mirada apenas se detiene y sobre los que resbala decepcionada su lamparilla, contra las biografías pre-escritas, esgrime dos figuras: la del Creador, la del sujeto que concibe su vida como Obra, que se enfrenta al futuro como el escultor a la roca o el escritor a la página en blanco, “artista” en el vivir; y la del Luchador, la del individuo capaz de negar, capaz de odiar de verdad aquello que merece ser odiado, proclive a “responder”, a “cuestionar”, a “contestar”. El Artista abolía la vida dictada y el Luchador suprime la docilidad.
Diógenes atenta contra las dos vertientes de la Predestinación: su existencia, deliberadamente miserable, de espaldas a la producción y al consumo, enemiga de la propiedad y de las instituciones, negadora de toda Autoridad, lo consagra como Luchador; y su beligerancia ante cualquier convención, ante la suma de los prejuicios, ante toda costumbre y todo hábito, lo distingue como Creador. El filósofo perro, “autor” por “explorador”, se lanza a la vida en el olvido de la moral de los establos, entendiendo sus días precisamente como “la ocasión para un experimento”.
III) Los insurrectos
Como islas e islotes en una mar de Predestinación, la historia de nuestra cultura presenta una serie “muy definida” de nombres propios, de impugnadores, en quienes hallamos las dos instancias de la contestación, pero en grado desigual, a menudo descompensado: unos se rebelaban más contra el vivir automático que contra la posición aquiescente; y otros se ensañaban con la sumisión política, con la subordinación social, concediendo menos importancia a la ausencia de arte en la forja de los días. La lista, nunca demasiado larga, refiere una suerte de “familia intelectual”: Esquilo, Camus, Baudelaire, Stirner, Verlaine, Rilke, Jaspers, Dostoievski, Artaud, Sillitoe, Wilde, Genet, Strindberg, Nietzsche, Gide, Diógenes, Poe, Rimbaud, Villon, Blake, Cioran,…, por recordar, en un perfecto desorden, a algunos de sus integrantes.
IV) Perspectiva unilateral
Andando el tiempo, se dio un peligro en la “insurgencia contra la Predestinación” y acabó infeccionándose un sector de los sublevados. Sobrevino la “perspectiva unilateral”, que contemplaba solo un aspecto del problema y se olvidaba prácticamente del otro.
De una parte, encontramos a aquellos que atendían exclusivamente al momento de la “vida anodina”, gris, apenas viva, y exaltaban la imaginación existencial, la “invención” del futuro, el lema de la Vida cono Obra, al tiempo que admitían o toleraban (al menos implícitamente) la obediencia, el conformismo, la integración… Supo de esta “reducción”, verbi gratia, el dandismo decimonónico, con Oscar Wilde al frente, resolviéndose en una vida llena de piruetas, que se proclamaba “artística”, verdadera apoteosis de la emotividad, meros fuegos fatuos del devenir personal; un existir abierto a la fantasía, al capricho, a la locura, pero siempre arraigado en una aceptación de fondo del orden social general, siempre en el marco del “privilegio”, siempre “aristocrático”. Escritores acaso “mitificados”, como Borges o Vargas Llosa, redundaron en este acatamiento de Lo Dado mientras cantaban a la creatividad, a la idiosincrasia espiritual y a la reinvención del vivir…
De otra parte, y como modalidad simétrica de la reducción, de la unilateralidad, hallamos el punto de vista de cuantos solo abogaban por la rebeldía política, por la contestación social, sustentando privilegiadamente el estereotipo del Luchador. Caen aquí quienes, por enfatizar desmedidamente la batalla político-ideológica, la cuestión social, concedieron muy poca atención al aspecto de la existencia “auto-generada”, consciente de sí, “estética”. En su embriaguez y en su maniqueísmo, llegaron a concebir nuevos “manuales” para el empleo correcto de los días, nuevas “reglas” para el Buen Vivir Solidario, una especie de “catecismo” para la existencia comprometida. Denegada la predestinación estándar, se fraguaba una predestinación segunda, a menudo sectaria, “iluminada”, fanática. No pocos marxistas y demasiados comunistas se erigieron en soberbios exponentes de esta lucha incompleta contra la Predestinación, que obviaba una de sus vertientes. El Dandismo “instalaba” aún cuando apelara a la idea de vivir como se compone, de crear la propia vida. El Marxismo aherrojaba en un existir también “de molde”, no-libre, tal un reclusorio, a pesar de su franca hostilidad a la opresión política y a la dominación social.
V) Arte combatiente, luchador artista
La “re-unificación”, el regreso a la completud de la crítica cínica, a la actitud equilibrada de Diógenes, se da, de un modo absolutamente logrado, en Nietzsche: el “creador” de Nietzsche es, al mismo tiempo, y por necesidad, un “rebelde”. Y no solo un “rebelde” en lo político y en los social; aparece, desde el principio, como un “rebelde” en la esfera que lo engloba todo, que subyace a todo -un rebelde ante la moral, un “inmoralista”:
“¡Ved los buenos y los justos!
¿A quién es al que más odian?
Al que rompe sus tablas de valores, al quebrantador,
al infractor –pero ése es el creador.
¡Ved los creyentes de todas las creencias!
¿A quién es al que más odian?
Al que rompe sus tablas de valores, al quebrantador,
al infractor –pero ése es el creador.
Compañeros para su camino busca el creador,
y no cadáveres, ni tampoco rebaños de creyentes.
Compañeros en la creación busca el creador,
que escriban nuevos valores en tablas nuevas.
Compañeros busca el creador, que sepan afilar sus hoces.
Aniquiladores se les llamará,
y despreciadores del bien y del mal.
Pero son los cosechadores y los que celebran fiestas.
Compañeros en la creación busca Zaratustra,
compañeros en la recolección y en las fiestas busca Zaratustra:
¡qué tiene él que ver con rebaños y pastores y cadáveres!”
La “fusión” es magnífica. Se refunda en Nietzsche una concepción insuperable del “arte conspirativo”, que recuperarán las vanguardias históricas (surrealismo, dadaísmo, expresionismo,…) y se prefigura, con una lucidez demoníaca, el arquetipo del “luchador artista”, retomado enseguida por la tradición libertaria no-dogmática – es decir: más próxima al espíritu de Antonin Artaud que al de Anselmo Lorenzo, valga el ejemplo.
El combate contra la Predestinación pasa hoy por el hermanamiento de esos dos planos: ámbito del arte como complot y dominio de la lucha artística. “Diseñar” la propia vida, “crearla”, “inventarla”…, pero a fin de corroer la “sombría organización de lo existente”, el orden socio-político imperante; “insubordinarse”, “levantarse”, “oponerse”, pero de un modo imaginativo, soberano, propio, “bello”. Cuando se funden las dos propuestas, la del arte en rebeldía y la del luchador artista, tocamos los cielos de la anti-predestinación.
Recuerdo un texto de Heidegger: “Construir, habitar, pensar”. En él se apuntaba que el construir era ya, en sí mismo, un habitar, y que ambos constituían la condición del pensar. Bajo su influencia, he elegido este título para mi colaboración: “Crear, Luchar, Vivir”. La creatividad que lucha y la lucha creativa se erigen en la exigencia primordial del vivir. Porque solo hay vida “viva”, verdad de la vida, allí donde desfallece la Predestinación.
(Texto concebido por Pedro García Olivo para el primer número, y acaso el último, de la revista “Libelo”, titulado “Contra la Predestinación”)
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